“La huésped”: salen vampiros, entran extraterrestres

El jueves se estrenó la película basada en la novela de Stephenie Meyer, la autora de “Crepúsculo”. Es otra historia de amor enrevesado, ahora entre alienígenas y terrestres. Las expectativas de la autora y la palabra de los protagonistas.

En el desierto  Saoirse Ronan y Max Irons (hijo de Jeremy), en pleno romance./ALFA FILMS

¿Puede un autor replicar un boom literario y cinematográfico con dos obras distintas? Quien está a punto de comprobarlo es Stephenie Meyer, la ama de casa de Arizona que creó la saga de vampiros que hizo su exitoso debut cinematográfico en 2008 con Crepúsculo. Ese mismo año, mientras las adolescentes del mundo empezaban a enamorarse de los actores que le daban vida a sus personajes, la autora cambiaba de eje y publicaba una novela más adulta de romance y ciencia ficción, La huésped, sobre una invasión alienígena de almas parásitas y una humana que se rebela a donarles su cuerpo.

Terminada la historia de amor de Bella y Edward con Amanecer, Parte 2, tras cinco películas muy taquilleras, ahora le llega el turno a la otra historia de Meyer, recién estrenada en los cines de la Argentina, que llegó a la pantalla grande de la mano del director de Gattaca, Andrew Niccol.

En diálogo con Clarín, en el coqueto hotel Four Seasons, la escritora asegura que no esperaba que su otra ficción, que pretende en el futuro convertirse en una trilogía, también llegara al primer puesto de la lista de libros más vendidos del The New York Times, y que no sabe si tendrá éxito en su versión cinematográfica como lo tuvo la historia de amor entre una adolescente humana y un vampiro.

“Sinceramente yo no esperaba que nadie leyera Crepúsculo a no ser por mi familia. Y me pasó lo mismo con La huésped. Nunca tuve expectativas de convertirme en best seller. Escribo para mí, desde chica me gusta contarme historias”. Se la ve igual de segura de sí misma, pero bastante más acostumbrada al éxito que cuando la entrevistamos para el estreno de Crepúsculo, cinco años atrás. A punto de cumplir los 40, su pelo cobrizo recogido en una trenza, de chatitas, Meyer asegura estar satisfecha de la adaptación a la pantalla grande que ha hecho el neozelandés, aquí también puesto a guionista, a quien dice admirar porque muchas de las películas de ciencia ficción que le gustan las dirigió él.

“Te da mucha ansiedad cuando entregás algo tuyo y otra persona lo reconstruye. Pero me gustaron mucho esos uniformes blancos que Andrew creó para ‘las almas’ (los alienígenas) y el cambio que hizo con las armas. Después de ver la película me dieron ganas de poder reescribir esa parte en el libro”, reconoce la autora, que ahora es también productora ejecutiva y que fue la encargada de elegir a los protagonistas de su ficción.

Las armas a las que alude y que usan los invasores extraterrestres en su novela son las de la amabilidad. Las del director se asemejan a un gas pimienta con el cual los avanzados alienígenas paralizan a sus víctimas humanas, dejándolas dormidas para poder insertar en ellas sus almas filamentosas, especie de algas luminosas. El mundo del futuro, manejado por estas almas evolucionadas que recorren el universo ocupando nuevos territorios en cuerpos ajenos es níveo, ascético, casi perfecto.

La huésped propone un futuro donde casi toda la civilización humana ha sido capturada por alienígenas, que utilizan sus cuerpos para manejarse en el planeta. Quedan todavía algunos focos rebeldes escondidos en las montañas, como el liderado por Jeb (William Hurt). Su sobrina Melanie (Saoirse Ronan), será protagonista, ya que resiste a su huésped, provocando que haya un cuerpo con dos almas. La suya, que se le manifiesta a la invasora con voces en off y la de la extraterrestre, Wanda, un ser pacífico encerrado adentro de su cuerpo. Mas tarde habrá dos jóvenes que se enamoren uno de Melanie (Max Irons) y otro de Wanda (Jake Abel). Una ecuación difícil de trasladar a la pantalla, como le tocó a Niccol.

“Andrew fue el único que encontró una manera inteligente de mostrar el diálogo continuo entre Melanie y Wanda, que de alguna manera terminan haciéndose amigas y que en la novela es puramente mental”, elogia Stephenie. Su entusiasmo sin embargo no ha sido acompañado por muchos críticos especializados, no muy felices con las voces en off.

Como J.K. Rowling (Harry Potter) y E.L. James (Cincuenta sombras de Grey), Stephenie Meyer parece haber encontrado la fórmula para atraer a su público. “No pienso en términos de edad, escribo para mí y a las adolescentes les termina gustando que no les hable en jerga teen , ellas se sienten adultas. O será que tengo una adolescente adentro, como dicen. La verdad es que me habitan mujeres de 15, de 25, de treinta y pico como yo. Escucho voces internas, más de una. Un psicólogo diría que tengo una personalidad múltiple, eso nos pasa a todos los autores”, bromea.

La inspiración de la historia de vampiros para la saga de Crepúsculo la encontró una noche, en un sueño agitado, en el que una chica descubría que su apuesto compañero de clase era un vampiro. Y dice que esta vez el nudo dramático le surgió mientras manejaba un largo trayecto por el desierto, entre Phoenix y Salt Lake City.

“Desde que era chica aprendí a matar el tiempo contándome historias, y cuando quise acordar estaba en el medio de una idea de dos personas y un solo cuerpo, y los conflictos que eso desata, la gente tiene mucho miedo a que le roben su identidad”. Mientras se apresta a promover esta película, se despide de la saga que la hizo famosa y millonaria. “Pensé que me iba a sentir triste después de que estrenó Amanecer, Parte 2, pero me sentí más que nada aliviada. Quiere decir que ya no vivo en ese mundo, que ya estoy lista para otros”.

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